Desde hace
muchos años nos venimos preguntando cual, de todos, es el peor de los males que aquejan a la Argentina.
En ese mal radica la matriz por la cual el país no puede dejar de repetir una
historia, su historia, plagada de marchas y contramarchas que no hacen más que
llevar a la sociedad toda al estado de decadencia en la que se encuentra.
Para quebrar
ese círculo vicioso, es necesario romper
también con otros estigmas enquistados con paciencia quirúrgica por quienes se
han visto beneficiados durante las
distintas décadas atravesadas.
El
periodista Hugo Alconada Mon sostiene que “La Raíz” de todos males es la
corrupción. Y el sistema de impunidad montado por el poder para alimentar “in
eternum” la fábrica de corruptos.
Y es
cierto. Ahora, es cierto también que a toda raíz le da origen una semilla. Y esa
semilla se llama financiamiento de los partidos políticos.
Ha habido a
lo largo de la historia argentina no muchos intentos por hacer transparente el
mecanismo de financiamiento de los partidos políticos. Todos han fracasado. La causa,
el motivo o la razón para ese fracaso radican en que “la corte de los búhos”,
al “círculo rojo” o la “realpolitik” encuentra allí la clave de su éxito.
En el
inicio de los tiempos el sistema era bastante simple. Los políticos recorrían
las calles, montaban actos, hacían pintadas y pegaban carteles utilizando como
mano de obra a sus militantes que seducidos por los ideales de su partido y las
propuestas del candidato hacían la tarea sin cobrar un peso.
Los partidos
se hacían cargo de los gastos operativos: combustible para los traslados de los
militantes, materiales como afiches, engrudos, pintura a la cal y ferrites para
las pintadas.
Para ello debían
recurrir a empresas que aportaran dinero a fin de poder hacer frente a todos
esos gastos. Y lo hacían a cambio de
favores si es que lograban acceder al gobierno. Y hablo de acceder al gobierno
porque el poder era de quien tuviera la chequera.
De ese modo
transitó históricamente la vida política en el mundo. Manteniendo un delicado
equilibrio entre el poder y el gobierno. Entre quien tiene los votos y quien
tiene el dinero.
Así, cuando
los financistas ponían los “pagaré” sobre la mesa “la política” decidía cual levantar
y cual no a fin de no perder su único capital: los votos.
Mientras eso
ocurría la clase política decidió ver qué cosas podía aprender del empresariado
a fin de no solo conservar su capital en tiempos de crisis sino de
acrecentarlo. Incorporó entonces expertos en marketing, asesores de imagen, dejó
de lado sus ideas y principios para
repetir slogans como si fueran un frasco de mayonesa y no dirigentes que
pretenden gobernar una nación o parte de ella.
Lógicamente
para eso se necesitaba más dinero. Los militantes
también vieron el negocio y armaron sus emprendimientos. Empezaron entonces a
funcionar las empresas de pegatinas, las de pintadas, las que colocaban
pasacalles y las que ponían micros para el traslado militante los días de elección.
Y cuanto
más grandes los aportes más grandes los pagarés.
Tal vez
esto sea controversial o genere cierta polémica: parece ser que la devolución por
los aportes realizados nunca estuvieron
a la altura de las circunstancias. Según la visión del aportante, claro.
Fue por
ello que mientras la clase política se asemejaba al empresariado, estos
empezaron a pensar más allá de sus empresas.
La leyenda
dice que un importante empresario se preguntó: porque financiar a los partidos
y sus publicistas, agentes de marketing, prensas y community manager al mismo
tiempo que a los de mis empresas? Porque no utilizar todo ese dinero en mi
propia campaña?
La política
actual no podrá cambiar en nada la realidad social argentina porque
definitivamente se rompió aquel balance.
Ya no hay
quien tenga la plata y quien tenga los votos. Los dueños del dinero han sabido
construir, comprar o robar el único capital que la clase política poseía: sus
potenciales electores. O lo que es peor, la política a rifado al mejor postor
su mayor bien.
Cuando cambió?
Pues cuando se empezó a hablar de “gestión”
y no de gobierno. Y en eso los medios de comunicación han sido cómplices, o artífices.
Para que la
política vuelva a ser una herramienta de transformación social deberá existir
absoluta transparencia en el sistema de financiamiento de los partidos políticos,
estén en campaña o no.
Mientras eso
no suceda el gobierno y el poder estarán en manos de vaya uno a saber quien.
1 comentario:
Muy cierto... lamentablemnte querido Charly no va a cambiar ni ahora ni nunca... es nuestra triste realidad
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