El plan menos planeado

El paro del 25 de septiembre dejó al descubierto lo más rancio de la clase política argentina. Empujados por una crisis ya de proporciones mayúsculas la cúpula de la genuflexa CGT convocó a una huelga general, la cuarta desde que Mauricio Macri asumiera la presidencia, aunque bastante alejada  de las que otrora hicieran grande a los movimientos sindicales.  

Juan Carlos Shmidt, triunviro cegetista, sostuvo que si el gobierno no tiene plan B ellos no darán tregua. Curiosa afirmación si partimos de la base que el gobierno de Cambiemos jamás tuvo plan alguno. Ni “A”, ni “B”, ni “J”. Sólo siguió los dictados del círculo rojo, subsidiaria autóctona de la “Corte de los Búhos”.

El acuerdo  alcanzado con el FMI recientemente anunciado por la dupla Dujovne  - Lagarde no hace más que poner de manifiesto que la entrega de la soberanía no sólo es en materia económica sino que  también ocurre en lo político. 

La profecía kirchnerista “volveremos” se repite del modo más grotesco: La Argentina vuelve a ser gobernada por Cristina aunque claro está no se trata de Kirchner. 

El rol de la oposición no es menos preocupante. Por el contrario lo hace mucho más serio, más grave y más dinámico. De un modo muy perverso alimentan la especulación política, fogonean  el mal humor social y lo empujan hacia límites ya conocidos. Como afirma un aprendiz de referente kirchnerista de mi pueblo, con apenas un cuarto de milla de recorrido militante, “si hay que pudrirla, lo haremos” 

Ese es precisamente el plan “A” de los opositores. Ya sean Massistas, formen parte del peronismo federal o sean simplemente el resabio del corrupto sistema kirchnerista el plan es apostar pura y exclusivamente al fracaso de un gobierno autista e inexistente del que sólo esperan les haga el “trabajo sucio” 

De un lado la corrupción K, del otro los negociados macristas. Entremezclados en ellos los sindicatos. Victimarios todos de una sociedad que ya empieza a percibir que todo huele a rancio. 

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